
Según Fortune, “menos del 10 por ciento de las estrategias formuladas correctamente se aplican con éxito”. En la mayoría de los casos (aproximadamente el 70%) el problema real no es una mala estrategia sino una mala ejecución.
La empresa presenta alguno de los siguientes síntomas:
- Falta de enfoque y/o de coordinación y prioridades no establecidas.
- Estrategia difusa o poco definida. No se sabe cómo poner en marcha la estrategia o hacer que esta sea un trabajo de todos.
- No se consiguen los objetivos o no se sabe cómo alinear a toda la organización para conseguirlos.
- Estrategia no implementada en todos los niveles de la organización.
- Dificultad de entendimiento del lenguaje directivo por parte del resto de la organización.
- Ausencia de nexo entre la estrategia de la empresa y la acción, lo que implica ausencia de resultados, logros y metas.
- Carencia de claridad en las relaciones causa-efecto, lo que dificulta la toma de decisiones.
- Visión a corto plazo y excesiva concentración en indicadores financieros.